Parte III: Dinos, Ignacio Escolar… ¿Qué hay del doctorado de Pedro Sánchez? Por Nacho Díaz Tejedo

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ESTA HISTORIA ESTÁ BASADA EN HECHOS REALES QUE HAN SIDO DRAMATIZADOS. (Bebiendo en un bar de Barna)

Con un amigo matemático, me fui allá por diciembre de 2016 a Barcelona. Queríamos ver en la sala de la calle Montaner «Luz de Gas”, -que está acondicionada para minusválidos,- la sesión inaugural del Black Music Festival (música “Soul Machine”). Acabada la actuación, nos pusimos a soplar, pero como las copas eran muy caras y no iban incluidas, nos fuimos a un pub cercano a seguir bebiendo. Era un local bohemio, un “after hours” antes de que cerraran el resto de los chiringuitos y no había mucha gente. Mi amigo el matemático, estaba rayado con las matemáticas cuánticas, y echaba pestes porque tenía que hacer un máster sobre algo que sabían que funcionaba en la ingeniería y la física teórica, pero que al no saber el porqué, difícilmente iban a poder hacer ecuaciones.

A todo esto, cerca de nosotros, había un individuo acompañado: era un tipo con aspecto académico y elegantemente desaliñado, que, al igual que nosotros dos, también había iniciado el camino hacia el coma etílico. Con una compañía que hacía como que le interesaba lo que él estaba despotricando, hablaba sin parar y gesticulaba al compás.

«Tengo claro que el Secretario este del PSOE no eligió esa elitista Universidad por casualidad…», decía.

El nombre de la Rosa,  Sala del doctorado de Pedro Sánchez

«Soy doctor en Periodismo. Mi tesis ocupa dos tomos con más de 1.300 páginas y está a disposición de cualquier persona en la Secretaría y en la Biblioteca de la universidad pública Pompeu Fabra de Barcelona. Pasé casi ocho años de mi vida escribiendo e investigando sobre un tema muy específico, que no viene al caso, para obtener la misma calificación que Pedro Sánchez en su tesis doctoral: Cum Laude. La máxima nota posible en estos casos…», continuaba mientras daba tragos ansiosos a lo que se estuviese bebiendo.

«Recuerdo la experiencia como una de las peores de mi vida. No sólo porque me representó un enorme sacrificio en tiempo de dedicación exclusiva sino porque, entre otras muchas cosas, tuve que enfrentarme a problemas políticos como pedir permiso para defender mi tesis en mi lengua materna, o sea, en castellano y no en catalán», amargamente se quejaba.

«Pese a todo, conseguí un título de doctor que sirve de bien poco dentro del actual panorama laboral de mi profesión. Tampoco es adecuado para abrir las puertas de la docencia universitaria a menos, eso sí, que tengas un buen enchufe», continuó quejándose, mientras hacía pausas para llamar al camarero para que le pusiese otro Cacique con Cola.

«En noviembre de 2011, el doctorando Pedro Sánchez acabó su tesis doctoral. Lo primero que me sorprendió fue que un socialista, defensor de la enseñanza pública, presentara su tesis doctoral en la universidad privada Camilo José Cela perteneciente a la institución educativa SEK, una entidad muy exclusiva que asegura en sus estatutos no estar vinculada a ningún grupo religioso, político o económico…»

Pero esto último, ya nos lo estaba contando a nosotros. Su compañía se había aburrido de él, educadamente había puesto no sé qué excusa y, como almas gemelas, nos localizó. Se sentó con nosotros, pidió una ronda (yo sólo bebo Dewards White Label y a mi compañero matemático le iba sobre todo el vodka), y cómo si supiésemos de que iba el tema, -que sí lo sabíamos, mues hablaba a gritos y yo quería desconectarme de las quejas de mi amigo-, continuó diciendo como si tal cosa, «El Rector Cortés Elvira y sus redes clientelares de los cojones, le regalaron el doctorado a Pedro Sánchez…».

Obviamente, la conversación no tenía este tono académico, pues el alcohol ya le hacía arrastrar las erres y el vocabulario incluía muchos “joder”, “me cago en la puta” y “la madre que los parió”.

No sé cómo, acabamos la noche en un garito del Tibidabo y, finalmente, conseguimos desprendernos del doctor en periodismo. Nos fuimos al hotel NH Barcelona Centro, en la calle del Duc a dormir la mona, y a la mañana siguiente, cogimos el Euromed en la estación de Francia, dirección Alicante.

Lo más curioso, es que en julio de 2017, bajo unas iniciales, publicó esta misma historias (con más datos y mejor explicado) en un conocido Digital.

Parte de estos dos artículos anteriores (PARTE I y PARTE II), los he basado en esta historia.

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